Las Fármaceuticas versus los Cárteles de la Droga

El sector médico puede ser muchas cosas, pero una que nos viene a la mente es “no es una actividad ilegal desarrollada por delincuentes violentos”. La industria farmacéutica se inclina más hacia la ciencia y la investigación que hacia las Uzis y los secuestros, y rara vez tiene que recurrir a atar a gente a una viga y golpearla con una llave inglesa para lograr sus objetivos.

Pero tomemos la cosa con un poco de ciencia: ¿cómo se compara la industria farmacéutica con su prima muy lejana, el tráfico ilegal de drogas? ¿Cuál gana más dinero? ¿Cuál tiene más usuarios? ¿Cuál genera más valor para la sociedad? Dada la inestabilidad geopolítica actual, ¿cuál de ellas ofrece mejores perspectivas profesionales para nuestros hijos?

1. Negocio

Las ventas mundiales de medicamentos farmacéuticos alcanzaron 1,6 billones de dólares en 2023, incluyendo desde quimioterapias hasta pastillas para la tos. El comercio ilegal de drogas, compuesto principalmente por cannabis, opioides, cocaína, anfetaminas y psicoactivos, se estimó en 2023 en 650.000 millones de dólares, es decir, aproximadamente un tercio del tráfico legal.

Los medicamentos, además, son un negocio con márgenes considerables. Los ‘blockbusters’ (fármacos con ventas superiores a 1.000 millones de dólares), que representan casi la mitad de las ventas totales de la industria farmacéutica, tienen un margen de beneficio medio del 40%, incluso más para los medicamentos más innovadores (90% en el caso de Trikafta, un tratamiento para la fibrosis quística). Con todo, los medicamentos con receta tienen márgenes operativos de alrededor del 35%.

En comparación, los cárteles de la droga disfrutan de márgenes de beneficio astronómicos, pero con matemáticas más complejas. Un kilo de hoja de coca cuesta unos pocos dólares en la granja, mientras que la cocaína alcanza los $150.000 por kilo en la calle, un asombroso margen de beneficio del 30.000%. Pero, en general, el margen de beneficio de los cárteles de la droga suele estar de alrededor del 25-30% una vez que se descuenta la fabricación, la logística, la distribución y las incautaciones policiales.

Así que: seguramente pensabas que era al revés, pero las compañías farmacéuticas tienen márgenes más altos que los cárteles de la droga.

2. Coste para la sociedad

Los pacientes pagan más por sus medicamentos hoy que hace veinte años. En USA, el gasto farmacéutico creció 3,1 veces más que la inflación entre 2001 y 2021; en Europa, el gasto en medicamentos con receta aumentó un 157% entre 2000 y 2025, mientras que la inflación en ese período del 60%. 

En particular, los precios de algunos medicamentos se han disparado, como el caso de la insulina en USA, que cuesta 14 veces más ahora que en 1996. En general el margen de la industria farmacéutica pasó del 13,8% en 2001 a más del 23% hoy en día.

Por el contrario, y a pesar de cualquier fluctuación de oferta y demanda,el precio de las drogas ilegales ha permanecido asombrosamente estable durante décadas. El precio de la cocaína, por ejemplo, apenas ha cambiado en veinte años: unos 60 euros por gramo en la mayoría de países de la UE.Algo parecido ocurre con la heroína: el precio por gramo en Europa cayó en términos reales entre la década de 1990 y la de 2010, mientras que la pureza aumentó. 

Esto ha desconcertado a los economistas durante años, pero una razón relevante para este comportamiento parece ser la incapacidad de un mercado tan desestructurado (micro-vendedores callejeros ilegales en su mayoría) para actuar como un monopolio y manipular los precios.

En resumen, un consumidor de drogas de hoy en día paga lo mismo por un chute que hace 20 años, aunque los salarios hayan crecido . Si la industria farmacéutica hubiera aplicado ese tipo de rigidez de precios a los fármacos, los pacientes y sistemas de salud occidentales se habrían ahorrado aproximadamente 2 billones de dólares en las últimas dos décadas.

Es decir: el comercio ilegal de drogas es más económico para el cliente, aunque vale la pena señalar que los costos indirectos para la sociedad (sobredosis, crimen, cárceles, pérdida de productividad, etc.) se estiman en alrededor de 300 mil millones de euros por año.

3. Puestos de trabajo

A nivel mundial, 5,5 millones de personas trabajan directamente en el sector biofarmacéutico, y más de 74 millones de puestos de trabajo en todo el mundo están respaldados por la actividad económica de la industria farmacéutica. Por lo general, se trata de trabajos estables, bien remunerados y con beneficios sociales.

El comercio ilegal de drogas, al ser clandestino, no crea empleos legítimos ni paga impuestos, pero sostiene una vasta economía clandestina. De el dependen redes de agricultores, químicos callejeros, traficantes, distribuidores, contables y pistoleros; se estima que, sólo en México, unas 4 millones de personas viven del tráfico de drogas, y que al menos 100.000 agricultores en Afganistán cultivan adormidera para el comercio de heroína.

Si bien número de trabajadores de ambas industrias puede ser similar, la distribución de la riqueza es significativamente más injusta en el mundo de los cárteles. Un estudio de 2005 estableció que los traficantes callejeros ganan unos míseros 5 dólares por hora (a precios de 2025), muy por debajo del salario mínimo. En cambio, un junior de la industria farmacéutica puede cobrar 40.000 dólares al año. Además, trabajar en la industria farmacéutica conlleva considerablemente menos riesgo de llevarse un balazo, aunque bien es cierto que las horas extras pueden llegar a ser bastante estresantes.

Por arriba, los ‘capos’ de las farmacéuticas pueden llegar a ganar entre 20 y 30 millones de dólares al año, pero eso no es nada comparado con los reyes de la droga: muchos traficantes tenían fortunas personales de más de 5.000 millones de dólares ya en la década de 1990.

Por debajo, los agricultores de la droga se llevan muy poco. 1 tonelada de hoja de coca representa unos 500 dólares para los agricultores (que viven bajo el umbral de pobreza), mientras que el kilo de cocaína se vende por cientos de veces esa cantidad. Suena mal, pero, de hecho, un agricultor peruano gana menos dinero produciendo café o árbol de quina (base de la quinina) para la industria farmacéutica que si se dedica a cultivar hoja de coca para el Cartel de Cali.

En todo caso, desde el punto de vista de la carrera profesional la industria farmacéutica es sin duda una opción más lucrativa (y mucho menos arriesgada).

4. Salud

Está claro que los medicamentos han revolucionado la salud. Los antibióticos, los antivirales, la insulina o las vacunas han aumentado drásticamente nuestra calidad de vida, contribuyendo significativamente a que la esperanza de vida global haya saltado de 50 años en 1900 a más de 72 años en la actualidad.

Sin embargo, los fármacos también han tenido sus claroscuros: la crisis de los opioides, impulsada por la comercialización sin piedad de productos como el OxyContin de Purdue Pharma, provocó más de 500.000 muertes por sobredosis en Estados Unidos entre 1999 y 2020, lo que significa que la industria farmacéutica ha matado a más estadounidenses que todas las guerras en las que Estados Unidos ha estado involucrado desde la 2ª Guerra Mundial, incluida la  2ª Guerra Mundial. O la tragedia de la talidomida de finales de los 50, que causó más de 10.000 defectos de nacimiento graves en todo el mundo, ilustrando las catastróficas consecuencias de permitir que el ánimo de lucro desbocado pasa por delante de la seguridad del paciente.

Las drogas ilegales, por su parte, no tienen ningún efecto positivo en la salud de la sociedad, y el hecho de que se fabriquen y distribuyan sin ningún tipo de control o regulación hace que sean responsables de medio millón de muertes al año en todo el mundo, y también juegan un papel importante en la propagación de enfermedades como la hepatitis o el SIDA.

Por lo tanto, punto para la industria farmacéutica, aunque también para las autoridades sanitarias (las que no se dejan corromper): sin ellos, es fácil pensar que estas dos industrias se comportarían de manera bastante similar.

5. Y la verdadera diferencia es…

El 13% de los ciudadanos estadounidenses adultos toman antidepresivos y, sin embargo, solo una pequeña fracción de las ventas farmacéuticas son de medicamentos psicoactivos. Los antidepresivos, tranquilizantes, fármacos para el TDAH y similares, en términos absolutos, representan entre 50.000 y 60.000 millones de dólares – alrededor del 5% de las ventas farmacéuticas.

En cambio,el comercio ilegal de drogas se ocupa casi exclusivamente de productos que alteran el estado de ánimo. Cocaína, heroína, LSD, cannabis, MDMA… El 95 % de las drogas ilegales están pensadas para alterar el ánimo o la mente (el otro 5 % son sustancias dopantes o medicamentos falsificados). En el segmento de Psicoactivos, las ventas de drogas ilegales superan a los medicamentos legales por diez a uno.

Lógicamente, las drogas han tenido una influencia decisiva en el arte. La marihuana era básica para Allen Ginsberg, como el peyote lo era para Antonin Artaud; El LSD iluminó a Pink Floyd, Francis Bacon usaba anfetaminas para pintar, Sigmund Freud usaba cocaína para escribir, y la heroína nos ha dado a Egon Schiele y a The Velvet Underground. Casi todas las revoluciones culturales y artísticas del siglo XX han venido impulsadas por las drogas ilegales; en este apartado, en cambio, los medicamentos legales han aportado más bien poca cosa –  excepto quizás el haber dado una vida larga y saludable a Leonard Cohen, lo que de por sí merece un aplauso.

Por tanto, por su influencia en la evolución de la cultura y el espíritu humanos, punto para los narcotraficantes.

Más allá de sus claras diferencias, estas dos industrias se reflejan mutuamente: ambas hacen nacer enormes beneficios del deseo humano de alterar su biología: aliviar el dolor, vivir más tiempo o escapar de la realidad.

Y mientras que el 13% de los estadounidenses toman antidepresivos, se estima que el 50% de los adultos han probado las drogas ilegales al menos una vez, con lo que consumir drogas psicoactivas es la cuarta actividad ilegal más común en la sociedad (las 3 primeras son el exceso de velocidad, el consumo de alcoholpor parte de menores y la piratería digital).

Parece pues que toda la violencia, las sobredosis y las pésimas películas sobre narcotraficantes existen porque la gente quiere alterar sus cerebros más allá de lo que el sistema quiere permitir.

Extraño, contradictorio y posiblemente estúpido, pero en fin… ¿quién entiende a los humanos?